CARTAS SIN RESPUESTA
Tengo un bote de Ikea que
en su origen, fue usado para guardar
macarrones, lentejas y garbanzos.
Pero mi crueldad escondida se alivia
llenándolo con todas las moscas que cazo.
No me preocupo en darlas de comer,
he descubierto que pueden llegar a ser
fácilmente
caníbales.
Está guardado (el bote) a salvo de
rayos gamma, ultravioletas
e infrarrojos,
me da pavor que por culpa de algún
experimento
crezcan híbridas con Jeff Goldblum
y muera entre sus patas peludas.
Arranco sus alas y las pego
en los sobres con los poemas
que mando a editoriales de poesía,
vuela alto hacia su destino
mi ejército de alitas fogosas
-ya no utilizo correos porque me las pierde,
por eso no me contestan de ninguna-.
Espero impaciente sus llamadas
mientras observo
como las demás moscas conspiran
contra el macho alfa.
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