ANA Y EL REY

lo ha vuelto a hacer, Céfiro


ANA Y EL REY
Yo siempre supe que su corazón
encerraba más dudas
que una canción de Lapido
y que a través de sus ojos
se podía uno bañar en las tibias aguas
del mediterráneo y sentir la magia
de la noche más estrellada de agosto.

Siempre sospeché que su pureza muda
exhalaba vida en cada gesto, que era
ilícita, ilegal y perseguida;
yo siempre
aposté por ella contrapronóstico; siempre
presentí la llegada del vendaval de cenizas
que irrumpiría estrepitosamente en su habitación
arremolinándose sobre su cuerpo desnudo
para lamer sus heridas y devolverle a la tarde
cualquier atisbo de belleza robada.

Supe también que tras perderla,
el mismo viento enfurecería lanzando una diatriba
contra el tiempo, que erosionaría las torres
de los castillos, afilaría las dagas y los cuchillos
y desmontaría las dunas de los desiertos.

Supe siempre que así se presentaría
el otoño. En pie de guerra y vociferando
el ocaso del rey a los viandantes, proclamando
su victoria y su derrota, su propia luz
y su misma sombra.


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