6 de agosto de 2012

el tiempo del hombre muerto

Alfonso Xen Rabanal, escritor leonés ha escrito/vomitado, El tiempo del hombre muerto, de la Editorial Origami (aprovechad bastardos que no hay gastos de envío este verano), un libro IMPRESCINDIBLE, segundo asalto a la placidez mental tras La cámara de niebla (Editorial Eclipsados)

Duro, durísimo, cruel, tan actual que asusta (dicen que el escritor es un visionario) pero no un loco, o sí, o desde la cordura cruda de los locos escribe una realidad inquietante, forjada por la actitud borreguil e interesada de la mayoría. Pero Xen, se acoda en la barra y calla, observa y baja a los infiernos para contarnos, partiendo de una realidad propia, un país, un mundo enfermo capitalista que agoniza.

Una novela con vida propia, que fagocita, se mete bajo la piel y lentamente sube al cerebro para explotar y crear un big-bang de rabia y dolor al descubrir que tú también eres culpable de la situación y asusta ver cómo Rabanal radiografía tus miedos y errores, tu servilismo y mediocridad.
Durísimo también el lenguaje, lleno de jerga de la calle y un estudiado tono soez que apuntala el sentimiento asfixiante que se crea al leer este tiempo del hombre muerto, y que el también poeta maneja con tanta destreza como las partes líricas, que abundan a lo largo de este recorrido por el fango.

Imprescindible en los colegios del futuro, si los hubiere, para entender una sociedad decadente y sin valores, y sobre todo, ausente de buena educación, cosa que aunque pueda parecer menor, no lo es ni mucho menos.
De cualquier modo, es tontería hablar aquí de un libro muy complejo pero fácil de leer, no tanto el asimilarlo.

Llevo tanto tiempo sediento que
ya no puedo tragar.
Velpister

Burofax
(a Jens Peter Jensen)


Carta baja y a esperar, pedazo de inútil abúlico de cojones, carta baja, eso decía mi padre que aprendió a jugar al Tute con los Maquis en las montañas, niño pastor huérfano de todos, en ese absurdo que os empeñáis en repetir para rehipotecar unas ruinas y seguir haciendo negocio, carta baja, sí, porque todavía puedo tocar algún palo, pese a los gobiernos vendidos a los especuladores, pese a los triunfos que te crees que tienes, si sabes jugarlos, imbécil, que eres el paradigma de una generación que se desintegra, aunque estés bien asesorado, pero ahora el juego es entre tú y yo, niño caprichoso, y los burofaxes con los que me amenazas me los paso por el forro, yo juego mis cartas, y entras a todas gastando triunfos, bravucón torero de salón ante un público de lameculos, viniéndote arriba ante la claque mendigante, la que no participa de los beneficios y sí de las pérdidas, que con el sueldo que me robas no pienso financiar tus caprichos, por eso juego mis cartas, carta baja y a esperar, que decía mi padre mientras el contrario se hinchaba y pedía otra ronda para ganarse a los mirandas, seguro de sus triunfos, arrogante, creyendo que ante una exhibición de despilfarro se iba a arredrar, que lo tenéis bien planteado, todos bien amarrados al redil, expulsados del prado consumista, entrampados por la única huella que van a dejar en su vida de esclavos: su firma en los papeles que poseéis, como ganchos de un timo, me los conozco, ya una vez intentaron morderme y mi vida crujió como cruje una cucaracha cuando la aplastan de un pisotón, pues sólo eso somos para vosotros: un ejército de cucarachas que se han de aniquilar entre ellas, sin ser conscientes del Gran Engaño, aunque se les va viendo en la mirada, en sus gestos en las colas de los bancos donde ya no son recibidos como señores, la estampita siempre ha funcionado, sólo que ahora la boina es pelo reinjertado, y silicona el pañuelo moquero de sujetador, y los de siempre siguen consumiendo con gesto altivo, como el tuyo ante la caterva de esclavos cuando te ven marchar a jugar un torneo de golf, sabes que los tienes pillados, nadie va a dar un paso para reclamar lo que es suyo, por eso vienen a por mí, tienen que justificarte como líder, asumen la estética de siervos en la ignorancia, y rehúyen su cara en el espejo, como ejército de palominos aferrados a los pelos de tu culo, que purgan su sumisión intentando aniquilar a quien les recuerda lo que de ellos en sí vendieron, pues tú no das la cara, sabes que seguirán matando por rapiñar lo único que de ti sale, se merecen que no les pagues, su nueva máscara de mierda, la que nunca me pondré, pues yo no he hipotecado mi futuro en su mercado de ganados, nunca he comulgado con tinglaos avalados por el gobierno vendido de turno, y he estado muy jodido tan sólo para evitarte, para que no me pille en un renuncio un inútil como tú, pues yo no voy de farol, aunque intentes medirme con el baremo común a mis coetáneos, yo no respondo a sus impulsos ni su vara es látigo para mis lomos, en ellos se rompe tu rasero, no entro en tus presupuestos mentales, en los demás es obvio, ya que hace meses que no me pagas, y tenga que venir a trabajar hasta que salga el juicio, aunque se me haya jodido el coche y no pase de segunda, ¿sabes?, me adelantan los demás como huyendo de los plazos que les resta por aforar, mientras el mío se disgrega dejando un trozo de sí en cada recodo del asfalto, hasta que se quede en la cuneta, es así, otra carta baja para que te regodees y tires de triunfo creyéndote vencedor, y así, aunque sea andando, hasta el final en donde te espero, pues juego la carta de la espera, te conozco y sé que eres un niñato, ahora soy tu capricho pero se te pasará, lo sabes, ya he recorrido muchos caminos truncados, también míos, por eso sé de ellos y de quienes no llegan hasta el final, hipotecando su vida por un grano de arena del que hacen la montaña que frustra su avance, y allí se quedan callados mirando a sus vástagos, pensando en cómo van a justificar la derrota en la primera y única batalla de su vida, la sumisión consumista, cuando estos les pregunten por qué no defendieron sus derechos, por qué no jugaron a ganar con lo que tenían: cartas bajas, y a esperar, lo que hago, lo que siempre he hecho: buscando curros donde no tuviese demasiada responsabilidad, que me diesen tiempo para observar, leer, escribir, porque soy escritor, sí, eso que no da rédito ninguno pero me exime de vasallajes, al menos en mi caso, es cuestión de aguante, una vez que te aburras de amenazarme, acosarme, sancionarme, coaccionarme negándome mis derechos, permisos, vacaciones, esperando que me pueda el hambre, y me naje sin cobrar lo que me debes, y así extirpar el conato de revolución ante los demás trabajadores, por si dudan al tragar el régimen caciquil, la espera es lo mío, me he forjado en ella, primero por mí, y sé cuál es el camino, como en el tute a dos, caprichines, donde vas soltando los triunfos que aplastan mis cartas bajas, así, sonríe, créete emperador en tu foro de bueyes, lo eres, pues ninguno vais a llegar hasta el final, sólo sois el lubricante que se desecha una vez que los engranajes lo aplastan, por eso, justo después de mi último arrastre, cuando recoja lo mío y pagues la cuenta, recibirás este burofax, porque yo sí tengo algo dentro, muchacho, por esto:

porque me sale de los cojones.
Alfonso Xen Rabanal

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