8 de febrero de 2010

relato

-Ponte, hostias, no te escaquees como siempre y ponte en la puta barrera- me gritaba el míster desde la banda a todo pulmón. Quedaban los tres minutos de prolongación y una falta al borde del área hacía peligrar la ajustada victoria.
Me pongo a marcar la barrera pero me echan por geta. -Llegas el último y te colocas en la esquina, no te jode- me recrimina el delantero centro. Me lo veo venir, a que lanza la falta el central en vez del medio centro. Justo. Y encima me pilla arengando a mi portero, distraído sin aire en los pulmones. ¡Zas!, en todos los huevos. Ahora ni en los pulmones ni en las uñas de los pies. Me mareo, me retuerzo y vomito. Mal empieza el sábado.
Me ducho, casi he olvidado el balonazo, pero mis compañeros no; bromas, dos toallazos en los mismos y mariconeos varios.

Me voy a casa de mis padres, el trayecto no es muy largo pero la moda de los vaqueros bajos y ajustados me mata. Recién lavado oprime mis testículos agravando más si cabe el dolor postpartido. Salgo del coche jurando en hebreo y veo a mi sobrino por la acera. Se acerca hacia mi como un kamikace, a toda hostia sin sentido gritando tíooooo.
Es muy raro, todo se ralentiza mientras calculo la altura de su cabeza. Sí, todos lo ven igual que yo mas de repente mi sobrino deja de correr a cámara lenta para acelerar sin previo aviso y, sin darme tiempo a poner las manos o esquivarle, otra vez no, por favor, ¡zas!, en los cojones de nuevo. Un dèjá vu, esto ya lo he vivido; me mareo, me retuerzo y vomito.
Subo a casa de mi madre doblado literalmente, -hola mamá, ¿qué tal todo?, bla, bla, bla. Cojo la botella de vino para la cena y me voy. La voz de mi madre resuena por el descansillo, ¿qué le has comprado por el aniversario, hijo?. -Ya te lo cuento mañana- la respondo y bajo las escaleras de tres en tres. Ya voy pillado, mi novia sale en dos horas y me queda afeitarme y hacer la cena.

Me pongo a los Pixies para aligerar el ritmo mientras me afeito. Me corto las uñas según cago. Para sorprenderla me unto la crema depilatoria for man que he comprado en el mercadona. Es una noche especial. Cinco años viviendo juntos. Me retiro el calzoncillo, no, mejor me lo quito y me meto bien dentro. Ingles brasileñas. Llaman por el móvil y me olvido de la crema. Empiezo a andar, rozando el ungüento de las ingles con mis pelotas. Grito. Tiene que ser una maldición o algo por el estilo. Me meto corriendo al baño a retirar la dichosa cremita y a refrescarme. Echo bien de gel y destrozo allison. En pleno gallo, justo cuando aclaraba la joya de mi corona, un repentino cambio de temperatura, normalmente se va el agua caliente pero claro, hoy es al revés y un chorro de agua ardiendo escalda mis cojones malheridos de nuevo.

Quedan tres cuartos de hora para que salga. He avanzado ya bastante a pesar del dolor. Tengo todos los ingredientes preparados y cortados. El rissoto va a salir de puta madre seguro. Entre tanto se fríe el ajo y las verduras pongo el mantel, hago figuras con las servilletas. Las velas. No tengo gas en el mechero para encenderlas, suerte que tengo para recargarle.
La boquilla no encaja bien pero no hay tiempo, aprieto el bote del gas sobre mi abdomen y pongo el mechero bocaabajo. Sale disparado, golpea el suelo, salta una chispa y enciende el reguero de gas que todavía sale del bote amarillo, incendiando mi pijama a la altura, cómo no, de mis huevos.
Se me han quedado peladitos como los de un pornostar, no hay mal que por bien no venga.

Está a punto de llegar y todo está preparado, al rissoto casi listo sólo le queda..., joder, la cayena. No pasa nada, la trituro con los dedos para que coja antes el picorcillo de la guindilla y arreglado.
Joder como me meo. Voy al baño, me la cojo bien y para más inri me acomodo los machos.
¿Pero, qué cojones pasa?, y nunca mejor dicho. Un quemazón insoportable abrasa mis testículos y mi pene. ¡La guindilla, la puta cayena de los huevos!. Esto ya es demasiado, es insufrible. Llego a rastras al baño y me doy aloe vera en abundancia cuando oigo la cerradura, ya está aquí. Me guardo el mondongo y pongo cara de galán intentando esconder mi sufrimiento.

-Estaba todo riquísimo, mi vida, y el detalle de las velas y todo... creo que te voy a dar ya mi regalo, no puedo aguantar ni un momento más.
Enciende la minicadena y empieza a desnudarse lentamente al ritmo de la canción de nueve semanas y media. Se me pone dura en seguida y el dolor es inenarrable, se me salta una lágrima y se me escapa un ahhhg. Ella se crece, creyendo que estoy burrísimo y se contonea más sensualmente. No puedo con esto, creo que voy a desmayarme de nuevo y mi novia, según acaba la canción, se acerca a mi, se da la vuelta y acercando sus preciosas nalgas a mi cara, enseña una leyenda pintada en su rabadilla donde se puede leer:
HOY SÍ, acompañado por una flechita que apunta a su agujero prohibido.
-¿Sabes qué es lo que más me gusta después de comer un rissoto y bailar desnuda?-pregunta insinuante con voz de colegiala mientras se alborota el pelo.
-Espero que... pasar la noche en urgencias- respondo obsevando como mi escroto carmesí palpita revolucionado y me demayo al notar el hilillo de sangre en el sillón beige.