Los reyes magos nunca le regalaron una guitarra, frustrando así su sueño de ser estrella de rock. Su torpeza con el balón en los pies malogró la utopía de jugar en primera y poner criada a su madre. Su incompetencia con números y fórmulas sirvió para que únicamente se licenciara en el servicio militar. Por eso ha decidido, como última bala en la recámara, ser poeta para levantar la voz y contar mentiras, con poemas que suenan a canciones desafinadas, versos que suben la banda sin encontrar remate y rimas con ecuaciones nunca despejadas.
CONTRAPORTADA DE VERSOS EN EL DESIERTO